Hace muchos años atrás cuando estaba en la universidad empecé a tener dudas de mi fe. Comencé a cuestionar si de verdad el Cristianismo era algo verdadero. Me cuestioné la existencia de Dios.
Entonces miré al cielo.
En ese entonces no había estudiado ciencia ni sabía nada sobre las leyes de la naturaleza y otras cosas que aprendí. Siempre que miro al cielo veo algo tan grande y bonito pienso en ese himno "Cuan grande es Dios". Mantuve mi fe por fe. No tenía como justificar o probar porque creía en Dios excepto que ver el cielo y saber lo que hizo Jesús por mi me daban certeza.
Con el tiempo cuando estudié más de ciencias (la biología es mi favorita) comencé a ver que la naturaleza tiene leyes. Nada de lo que vemos ocurre por casualidad. Cuando estudié y aprendí de las leyes de la naturaleza que mantienen lo físico tal como lo vemos. Comprendí que dónde hay leyes tiene que haber un legislador. Alguien estableció esas leyes.
Ese cielo está ahí y no se cae por el que lo hizo. Yo me mantengo en la tierra y no salgo volando disparado por la ley de gravedad. El planeta gira a una velocidad precisa como para tener una rotación que exponga a toda la superficie al sol y mantener el calor exacto para mantenernos vivos. El planeta orbita alrededor del sol a la velocidad exacta para mantener un ciclo anual que evita que se queme por exceso de calor o se congele por exceso de frío. Estamos a la distancia exacta para que se desarrolle y se mantenga la vida por tener las temperaturas correctas y los ciclos correctos.
Verdaderamente el cielo cuenta la obra de Dios. Cada vez que miro al cielo recuerdo ese dato y reafirmo mi fe. El que creó ese cielo es más grande que ese cielo.
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