sábado, 12 de noviembre de 2016

Dios ordenó que evitáramos la extinción de las especies


Cuando encuentres por el camino algún nido de ave en cualquier árbol, o sobre la tierra, con pollos o huevos, y la madre echada sobre los pollos o sobre los huevos, no tomarás la madre con los hijos. Dejarás ir a la madre, y tomarás los pollos para ti, para que te vaya bien, y prolongues tus días. Deuteronomio 22:6,7
El ser humano ha sido la especie más dañina que ha habido sobre la tierra pero no se supone que fuera así. Cuando Dios creó a Adán y a Eva les dio la tierra para sojuzgarla (dominarla) no para destruirla. Cuando Dios le da la ley a Israel hizo provisiones para que se evitara dañar la tierra como el descanso a las tierras agrícolas (Levítico 25:4). Pero Dios sabía que había que mantener un balance y evitar la extinción de especies y da una ordenanza singular a la hora de encontrar una ave echada. El hombre podía tomar los huevos pero no a la madre.


Cuando uno mira la lógica detrás de esto nota que la razón es clara. Si matabas a la madre no habrían más huevos y por ende no habrían más pollos. Si la práctica de extendía eso llevaría a la extinción. Si ampliamos la aplicación de ese texto se supone que hagamos lo que sea necesario para preservar otras especies porque eso prolongará nuestros días. Conservar especies prolonga nuestros días pues mantiene el balance ecológico.

Lamentablemente el ser humano no ha hecho caso de esta ordenanza. Hoy tenemos especies en extinción y es porque no hemos cumplido la orden de mantener el balance ecológico. Hemos sobre cazado y dañado los sistemas ecológicos al talar bosques y contaminar los cuerpos de agua. Estamos matando a las madres e hijos de otras especies. Estamos acortando nuestros días al desbalancear el ambiente.

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